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Un juez deniega la petición de habeas corpus de un preso de Guantánamo e ignora las torturas en las cárceles secretas de la CIA

22 de octubre de 2010
Andy Worthington


El 22 de septiembre, en el Tribunal de Distrito de Washington D.C., el juez Reggie B. Walton denegó la petición de hábeas corpus de Tawfiq al-Bihani (descrito en los documentos judiciales como Toffiq al-Bihani), yemení criado en Arabia Saudí, con lo que el gobierno obtuvo su 18ª victoria de los 56 casos resueltos, ya que los otros 38 los ganaron los presos.

Sin embargo, como en la mayoría de los casos en los que han perdido los presos, no había nada en la sentencia que pudiera interpretarse como la impartición de justicia tras los ocho años y medio que al-Bihani ha pasado bajo custodia estadounidense, ya que ha sido relegado a detención indefinida en Guantánamo, sobre una base aparentemente legal, a pesar de que no hay pruebas de que alguna vez se levantara en armas contra nadie, ni de que tuviera contacto alguno con alguien implicado en la preparación, facilitación o apoyo de actos de terrorismo internacional.

Además, al examinar su petición de hábeas corpus, el juez Walton parecía ignorar felizmente que, a pesar de ser, como mucho, un soldado raso de infantería, al-Bihani estuvo recluido en diversas prisiones secretas de la CIA en Afganistán antes de su traslado a Guantánamo, donde fue sometido a tortura.

Como revelan los antecedentes del caso de al-Bihani, aceptados tanto por éste como por el gobierno, su figura era deprimente antes de viajar a Afganistán en el verano de 2000. Como explicó el juez Walton, "durante el tiempo que residió en Arabia Saudí, el peticionario abusó de diversas drogas, entre ellas alcohol, marihuana, hachís, metanfetamina cristalina y pastillas para la depresión". El juez Walton también señaló: "El peticionario empezó a "aumentar [su] consumo de alcohol y drogas" cuando su prometida puso fin a su compromiso por temor a "caer en desgracia con su padre si se casaba con un yemení en contra de su voluntad".

Aparentemente persuadido de viajar a Afganistán por su hermano Mansour, descrito como "un combatiente experimentado que luchó contra los rusos en Chechenia" y que "mantenía estrechas relaciones con combatientes chechenos de alto rango y otros individuos que se dedicaban a entrenar a hombres para luchar en Chechenia y en otros países", viajó a Afganistán con su hermano, donde, como concluyó el juez Walton, "recibió, como mínimo, entrenamiento con armas" en el campo de entrenamiento de al-Farouq, establecido por el señor de la guerra afgano Abdul Rasul Sayyaf a principios de los noventa, pero asociado con Osama bin Laden en los años anteriores a los atentados del 11-S, y también se alojó en casas de huéspedes afganas supuestamente asociadas con al-Qaeda.

Al autorizar la detención continuada de al-Bihani, el juez Walton dio peso a la admisión de al-Bihani de que "se convirtió en miembro de Al-Qaeda y formó parte de ella al menos durante el periodo de cinco meses que estuvo entrenándose en al-Farouq", aunque también señaló que su entrenamiento distaba mucho de ser riguroso. "Aunque estuvo enrolado en al-Farouq durante aproximadamente cinco meses", explicó el juez Walton, "sólo 'recibió aproximadamente dos meses de entrenamiento', porque entrenaba durante aproximadamente 'una semana o dos semanas' antes de fingir una enfermedad para marcharse y 'consumir hachís o tabaco'". El juez Walton añadió que al-Bihani "repitió este ciclo varias veces", y también explicó que "hacia el final de su estancia en al-Farouq, los instructores del campo le informaron de que 'no estaba preparado físicamente porque [seguía] marchándose y volviendo', y añadieron que los instructores "llegaron a la conclusión de que 'no servía para nada' y 'lo echaron del campo'".

Personalmente, me parece preocupante que un recluta manifiestamente drogadicto, incoherente y poco fiable pueda, no obstante, ser considerado "parte de" Al Qaeda, ya que tiende a restar sentido a la supuesta amenaza que representa Al Qaeda si se puede retener legítimamente a reclutas inútiles, incluso cuando, como en el caso de al-Bihani, no tenían ningún conocimiento del terrorismo internacional, y ni siquiera un compromiso demostrable con las actividades militares de Al Qaeda en Afganistán.

Sin embargo, al juez Walton no parecía preocuparle que no existiera base alguna para concluir que al-Bihani hubiera supuesto alguna vez una amenaza para Estados Unidos. Pasando a explicar cómo fue capturado, explicó que, a finales de 2001, tras separarse de su hermano Mansour (que estaba "enfermo" y fue trasladado a Quetta en "un camión con remolque" para aquellos "que parecían enfermos o heridos"), al-Bihani viajó a través de Pakistán hasta Irán, "con un grupo de otros hombres". Cerca de Zahedan, se suponía que se reuniría con su hermano y con Hamza al-Qa'eity, que dirigía una casa de huéspedes en Kabul descrita por al-Bihani como "una que los combatientes de la yihad utilizaban como punto de transición". Sin embargo, como explicó el juez Walton, en "el momento exacto" en que al-Qa'eity llegó para recogerlo de la casa de una familia iraní, donde se alojaba, la policía iraní -o los servicios de inteligencia- "descendió sobre la casa y lo aprehendieron" -y, presumiblemente, también a Hamza al-Qa'eity.

La historia oculta de diez hombres trasladados de Irán a Afganistán, entre ellos Tawfiq al-Bihani

Como mencioné en la introducción de este artículo, lo que el juez Walton parecía no saber -o ignorar en su sentencia- era el hecho de que, después de que al-Bihani fuera posteriormente "trasladado en avión a Afganistán" y "transferido a la custodia de Estados Unidos", estuvo recluido en diversas prisiones secretas de la CIA.

Esta información es fácilmente accesible, porque en mi libro The Guantánamo Files explicó que al-Bihani era uno de los diez hombres aprehendidos en Irán que fueron trasladados en avión a Afganistán y luego entregados a las fuerzas estadounidenses. Uno de estos hombres, Aminullah Tukhi, afgano liberado de Guantánamo en diciembre de 2007, explicó que seis árabes, dos afganos, un uzbeko y un tayiko habían sido entregados a los estadounidenses, y pude identificar a seis de ellos: Tukhi, Tawfiq al-Bihani, Walid al-Qadasi, yemení transferido a la custodia de su gobierno de origen en abril de 2004, Wassam al-Ourdoni, jordano liberado en abril de 2004, Rafiq Alhami, tunecino liberado en Eslovaquia en enero de este año, y Hussein Almerfedi, yemení que ganó su petición de hábeas corpus en julio de este año. Están en paradero desconocido los otros cuatro hombres mencionados por Aminullah Tukhi -un árabe, un afgano, un uzbeko y un tayiko-, aunque parece posible que uno de los desaparecidos fuera Hamza al-Qa'eity.

La confirmación de que al-Bihani era uno de los hombres llegó de una fuente inesperada. Abu Yahya al-Libi, uno de los cuatro presos que se fugaron de Bagram en julio de 2005, describió, en un post publicado en un oscuro sitio web en francés, que desde entonces ha desaparecido de Internet, a 12 presos que estuvieron recluidos con él en Bagram, uno de los cuales era Tawfiq al-Bihani. También explicó cómo todos los hombres habían pasado por una red de prisiones secretas de la CIA en Afganistán, donde habían soportado "duras torturas", y añadió, en el caso de al-Bihani, que fue capturado en Irán a principios de 2002, que se había reunido con él en junio de 2002 en una prisión que identificó como "Rissat 2", y que fue llevado a otra prisión en septiembre de 2002, tras lo cual no volvió a verlo, y pensó que podría haber sido trasladado a Guantánamo.

Al-Libi también explicó que Tawfiq al-Bihani pensaba que su hermano Ghaleb, que también había estado en Afganistán, había muerto, pero que los estadounidenses le habían dicho que había sido capturado, y más tarde se supo que era cierto. Ghaleb al-Bihani perdió su recurso de hábeas corpus en enero de 2009, alegando que era un cocinero de las fuerzas árabes que apoyaban a los talibanes, y también se le denegó su apelación en enero de este año, condenándolo a la misma forma de detención indefinida aprobada por el tribunal que a su hermano.

La tortura en cárceles secretas de la CIA de tres hombres trasladados de Irán a Afganistán

Los relatos de tres de los hombres trasladados de Irán a Afganistán están a disposición del público y son, para ser francos, espantosos. Al-Ourdoni, un misionero capturado con su esposa y su hijo recién nacido, explicó tras su liberación que sus captores estadounidenses "me encarcelaron en circunstancias que sólo puedo recordar con espanto. Viví en condiciones inimaginables que no pueden tolerarse en una sociedad civilizada". Dijo que primero lo metieron en una prisión subterránea durante 77 días, y declaró: "esta habitación estaba tan oscura que no podíamos distinguir las noches de los días. No había ventanas y no vimos el sol ni una sola vez en todo el tiempo". Añadió que luego lo trasladaron a la "prisión número tres", donde la comida era tan mala que su peso disminuyó considerablemente, y que después lo recluyeron en Bagram durante 40 días antes de trasladarlo en avión a Guantánamo.

En una entrevista con un relator de la ONU, Walid al-Qadasi ofreció la siguiente explicación de su trato, que, al igual que el relato de al-Ourdoni, se incluyó en un importante informe de la ONU sobre detenciones secretas a principios de este año:

    Estuvo recluido en una prisión de Kabul. Durante la custodia estadounidense, los funcionarios le cortaron la ropa con unas tijeras, lo dejaron desnudo y le hicieron fotos antes de darle ropa afgana para que se la pusiera. Después le esposaron las manos a la espalda, le vendaron los ojos y empezaron a interrogarle. El interrogador, al parecer egipcio, le acusó de pertenecer a Al Qaeda y le amenazó de muerte. Lo metieron en una celda subterránea de unos dos por tres metros con ventanas muy pequeñas. Compartió la celda con diez reclusos. Tenían que dormir por turnos debido a la falta de espacio y sólo recibían comida una vez al día. Pasó allí tres meses sin salir nunca de la celda. Al cabo de tres meses, Walid al-Qadasi fue trasladado a Bagram, donde fue interrogado durante un mes.

En una demanda presentada en abril de 2009, Rafiq Alhami declaró que, durante un año, estuvo recluido en tres "sitios negros" de la CIA, donde "su presencia y su existencia eran desconocidas para todos, excepto para los detenidos en Estados Unidos", y donde, en varias ocasiones, fue "desnudado, amenazado con perros, encadenado en dolorosas posiciones de estrés durante horas, golpeado, pateado y expuesto a calor y frío extremos". Además, en Guantánamo, contó a una junta de revisión militar que una de las prisiones era la "Prisión Oscura", cerca de Kabul, que ya he descrito anteriormente como "una mazmorra de tortura medieval con el añadido de música y ruido a todo volumen, que se bombeaba a las celdas las 24 horas del día,"basándome en los relatos de prisioneros que estuvieron recluidos allí, entre ellos el residente británico Binyam Mohamed, que describió su estancia allí como "los peores días de su cautiverio", peores que los 18 meses en Marruecos, donde los torturadores por poderes de la CIA le rebanaban regularmente los genitales con una cuchilla de afeitar.

Alhami relató a la comisión de revisión que fue torturado durante tres meses en la "prisión oscura", donde, según dijo, "me amenazaron. Me dejaron fuera toda la noche en el frío... Pasé dos meses sin agua, sin zapatos, en la oscuridad y en el frío. Hubo oscuridad y música alta durante dos meses. No me dejaron rezar... Estas cosas están documentadas. Las tienen ustedes".

La tortura de Tawfiq al-Bihani

Sin embargo, aunque es posible que el juez Walton no se haya enterado de la existencia de mi libro ni de la inclusión de esta información en el informe de la ONU sobre la detención secreta de principios de este año, no puedo entender cómo es posible que no se haya enterado del trato que recibió al-Bihani por su abogado, George M. Clarke III, ya que, en el libro The Guantánamo Lawyers: Inside a Prison, Outside the Law, publicado el año pasado, Clarke reprodujo una carta de al-Bihani en la que daba una explicación detallada de lo que le había ocurrido tras ser entregado a Afganistán desde Irán.

En su carta, al-Bihani explicaba que inicialmente estuvo recluido en una vil prisión afgana de Kabul, donde él y los demás presos procedentes de Irán permanecieron ocultos a los representantes de la Cruz Roja hasta que uno de sus compañeros les informó de su existencia. Sus primeros encuentros con agentes estadounidenses -cree que eran del FBI- tuvieron lugar en esta prisión, y describió su primer interrogatorio de la siguiente manera:

    Me esposaron por detrás y me pusieron una capucha en la cabeza para que no pudiera ver nada. Cuando entré en la sala de interrogatorios, los guardias estadounidenses me empujaron al suelo de una manera muy salvaje. Empezaron a cortarme la ropa con tijeras. Me desnudaron completamente y quedé desnudo. Me hicieron sentar en una silla y hacía mucho frío. También tenía miedo y estaba aterrorizado porque los guardias me apuntaban con sus armas. El interrogador me puso su pistola personal en la frente amenazándome con matarme.

Al-Bihani explicó que permaneció en esta prisión unas diez semanas, y que después lo trasladaron a otra donde estuvo recluido en régimen de aislamiento durante "aproximadamente cinco meses y diez días". Añadió que los guardias eran afganos, que le daban "muy mal trato" y que "el interrogatorio también fue muy salvaje". Después lo trasladaron a una tercera prisión, que parece haber sido la "Prisión Oscura", y durante el trayecto los soldados estadounidenses "empezaron a golpearme y a estrangularme, me ponían una soga alrededor del cuello y yo estaba a punto de morir". Esta es su descripción de la "Prisión Oscura":

    Esta era absolutamente la peor prisión. Era una prisión muy oscura y no había luz, ni cama ni alfombra, el suelo era de semi cemento. Las ataduras en los pies eran muy apretadas; me metieron en una celda y me tuvieron colgado atado a la pared durante casi diez días. [...]

    La música irritante las 24 horas del día estaba muy alta y golpeaba con fuerza la puerta. Cuando iba a los interrogatorios, no podía andar debido a las ataduras en las piernas y la opresión en los pies. Me caía al suelo y gritaba que no podía andar. Me levantaban del suelo y yo caminaba con ellos mientras me golpeaban de camino al interrogatorio hasta que sangraba por los pies. Cuando caía al suelo, me arrastraban mientras estaba en el suelo. Luego me llevaban de vuelta a la celda y me rociaban con agua fría. A veces me ponían un arma en la cabeza y me amenazaban con matarme con frases provocadoras que no puedo mencionar en esta carta.

    Al cabo de diez días, me bajaron de la posición colgante y me hicieron sentar en el suelo. Después me ataron las manos hacia arriba durante aproximadamente un mes para que no pudiera tumbarme en el suelo por comodidad, por lo que no podía dormir salvo un cuarto de hora cada día.

    Después de un mes y diez días, me quitaron todas las ataduras, pero no podía descansar ni dormir debido al hambre y al frío extremos, a la música alta e irritante y a los golpes en la puerta. Permanecí en esta prisión aproximadamente dos meses y medio y no tenía ni idea de si era de día o de noche, ya que las condiciones eran extremadamente oscuras y opresivas.

Después de esto, al-Bihani fue trasladado a Bagram, donde, según dijo, "el trato también era muy malo allí", y luego fue trasladado en avión a Guantánamo.

Una conclusión sombría

Más allá de una cuestión bastante obvia planteada por los relatos anteriores: ¿confesó Tawfiq al-Bihani que "formaba parte" de Al Qaeda (cuando era evidente que no lo era) debido a las torturas a las que fue sometido en Afganistán? - Lo que este relato de torturas, aparentemente pasado por alto, demuestra de forma más vívida y contundente es con qué facilidad la tortura de al-Bihani se ha convertido en algo irrelevante para su caso.

La revelación de la tortura ha desbaratado otros recursos de hábeas impugnados por el gobierno, por ejemplo, en los casos de Mohamed Jawad y Fouad al-Rabiah (que fueron puestos en libertad posteriormente), Farhi Saeed bin Mohammed, argelino que sigue detenido, y, con menos éxito, en los casos de Saeed Hatim y Uthman Abdul Rahim Mohammed Uthman (cuyos recursos, que han prosperado, han sido recurridos por el gobierno).

Sin embargo, en el caso de Tawfiq al-Bihani es difícil escapar a la conclusión de que, incluso si el juez Walton hubiera conocido o hubiera decidido prestar atención a esos informes, ello no habría alterado fundamentalmente su conclusión de que este recluta fracasado estaba lo suficientemente implicado con Al Qaeda como para justificar su detención en curso. Esto, como he concluido anteriormente, ya demuestra que el proceso de clasificación para determinar quién puede ser detenido legalmente es demasiado laxo, pero cuando además se eliminan del panorama las pruebas de que al-Bihani fue torturado en prisiones secretas, el resultado final es mucho más sombrío.

En algún momento habrá que preguntarse no sólo por la justificación de seguir reteniendo en Guantánamo a personas insignificantes que nunca levantaron las armas contra nadie y no estaban implicadas en actos de terrorismo, sino también por la facilidad con la que la información detallada sobre la tortura de prisioneros en una serie de prisiones secretas gestionadas por la CIA puede ignorarse tan a fondo que el juez Walton ni siquiera la mencionó.


 

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